martes, 25 de diciembre de 2018

De la Iglesia militante a la Iglesia claudicante

En varias ocasiones me he referido al libro de Yves-Marie Hilaire, "Histoire de la Papauté", para resaltar que es una historia que se resume en 2.000 años de misión y tribulaciones.

La misión viene del Evangelio mismo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt. 16:13-20); "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he enseñado" (Mt. 28:18-20).

Las tribulaciones han sido la constante a todo lo largo de estos dos milenios. 

La Iglesia hubo de soportar en sus comienzos la persecución de los judíos y luego la de los romanos. Su triunfo en el siglo IV se vio ensombrecido después por las herejías, la invasión de los bárbaros, las guerras con los hunos, los árabes, los mongoles y los turcos, la escisión de la Iglesia griega, los conflictos con emperadores y reyes, la Reforma Protestante, la Revolución Francesa, las persecuciones masónicas y las comunistas, etc. Pero quizás el peor de sus enemigos ha anidado en su interior, tal como lo señaló S.S. Benedicto XVI, quien citando a un alto dignatario de hace varios siglos comentó que la prueba de la protección divina, lo de que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt. 16:18), radica en que no la han podido destruir los múltiples y gravísimos pecados tanto de sus jerarcas como de sus fieles. El escándalo ha amenazado con demolerla, pero siempre ha sabido resucitar de la postración a que ha tratado de someterla.

Nadie duda de que en los tiempos que corren, al lado de los agresivos procesos de secularización que buscan erradicar la cultura católica en todas partes, el escándalo ha contribuído con su obra  deletérea a alejar de la Iglesia a muchísima gente. Unos, que vienen de la increencia, temen acercarse a ella, porque a su juicio no les ofrece remedio para su malestar espiritual. Otros, nacidos y criados en su seno, se alejan al verla tan contaminada y toman bien sea el camino del agnosticismo, ora el de las sectas.

No es el caso de envolverlas a todas estas dentro de un rótulo peyorativo, pues a menudo se encuentra en ellas una auténtica espiritualidad cristiana que lleva a sus fieles a transitar por el buen camino. Pero hay que dolerse de que este no sea el camino de la unidad que preconiza el Evangelio, cuando dice que "Una nación dividida corre a la ruina, y los partidos opuestos caen uno tras otro" (Lc. 11:17)

Los dos milenios de existencia de la Iglesia se explican, amén de la acción providencial, por su celo por la unidad: unidad en la doctrina, unidad en la enseñanza moral, unidad en la acción pastoral, unidad en la liturgia, unidad en la organización.

Todos estos escenarios de unidad están hoy en grave riesgo. Es probable, en efecto, que la apuesta por el "aggiornamento" promovida por los hoy santos Juan XXIII y Pablo VI a través del Concilio Vaticano II haya abierto profundas grietas en la antaño monolítica estructura de la Iglesia.

De entrada, hay que observar que la interpretación de la obra conciliar da lugar por lo menos a tres corrientes: una, en realidad minoritaria, que la rechaza o al menos la cuestiona, tal como lo sostienen los sedevacantistas y los lefebvristas; otra que predica su continuidad con la tradición, tal como lo ha señalado S.S. Benedicto XVI; y una más, a la que parece adherir S.S. Francisco, que postula más bien la ruptura con ella.

Que este sea el propósito del actual Pontífice, es asunto que puede prestarse a discusión, pues hay quienes afirman que de Perón aprendió el arte de la ambigüedad y el ocultamiento de sus designios. Pero no cabe duda de que muchos de quienes lo rodean pretenden "protestantizar" a la Iglesia, sin cuidarse del cisma que podría derivarse de ahí.

Recuerdo que hace años, Alain de Penanster, el entonces comentarista de asuntos religiosos de "L'Express", observaba que entre los protestantes había cierta nostalgia de la organización y la belleza litúrgica del catolicismo, pero entre los católicos, a su vez, se estaba dando el gusto por el debate y la libertad de pensamiento reinantes en el protestantismo.

Esto último es ostensible. Lo que resta de la intelectualidad católica, salvo en los medios tradicionalistas e integristas, es cada vez más refractario al magisterio de la Iglesia, sobre todo  cuando se invoca la autoridad de la tradición. 

Al libro de autoría colectiva en que participaron entre otros el Cardenal Martini y Umberto Eco, "En qué creen los que no creen" (Vid. https://ifdc6m-juj.infd.edu.ar/aula/archivos/repositorio/0/97/eco_umberto__martini_carlo_maria_-_en_que_creen_los_que_no_creen.pdf), podría añadirse ahora otro que titulara "En qué creen los que creen", del que resultarían no pocas sorpresas, pues muchos de los que hoy nos consideramos católicos profesamos creencias muy diversas sobre asuntos fundamentales de fe y moral.

La firmeza que antaño exhibía la Iglesia militante ha devenido en una distensión proclive a las claudicaciones. Ello es palmario en los Estados Unidos y Europa occidental, o en la Compañía de Jesús. Lo es, quizás, en el Vaticano mismo. Y lo padecemos entre nosotros.

Los ejemplos abundan. Acá, en nuestra Arquidiócesis, encontramos párrocos que rechazan las imágenes con argumentos luteranos o niegan verdades católicas como la Anunciación, la Encarnación,  la Resurrección  o la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, y establecimientos educativos patrocinados por la Iglesia que en lugar de entronizar a San Agustín o Santo Tomás de Aquino, rinden culto a Marx, Nietszche, Heidegger o Foucault.

¿Qué decir del silencio de la jerarquía eclesiástica ante la imposición torticera de la ideología de género como normatividad constitucional en el NAF? Dizque en aras de las paz con las Farc, se dejó pasar sin que mediase debate alguno una formulación de principios encaminada a destruir la familia, que es la obra maestra de la civilización cristiana.

Es tema sobre el que di remate a una disertación que en estos días hice en el Centro Cultural Cruzada (Vid. https://www.youtube.com/watch?time_continue=9&v=NjHBu6yeflU). El Cardenal que en cierto momento calzó botas de guerrillero no tuvo palabras para oponerse a lo que la consagración de dicha ideología conlleva, que no es otra cosa que la revolución sexual de que trata, por ejemplo, el muy documentado e inquietante libro de E. Michael Jones, "Libido Dominandi" (Vid. https://archive.org/details/LibidoDominandiSexualLiberationPoliticalControlE.MichaelJones2000)

En ciertas publicaciones católicas se registran con preocupación estos y otros hechos similares que parecen anunciar que ya estamos en frente de "El Misterio de Iniquidad" que preludia la apostasía de la Iglesia. Pero, fieles a la promesa evangélica, aprestémonos más bien a orar por su unidad y su santidad, de modo que la crisis que ahora padece no traiga consigo su disolución, sino un nuevo nacimiento, tal como lo dejó expuesto Jean Guitton en su lúcido escrito titulado "Lo absurdo y el misterio".  (Vid. http://libroesoterico.com/biblioteca/enigmas_conspiraciones/Guitton%20Jean%20-%20Lo%20Absurdo%20Y%20El%20Misterio.PDF).

martes, 18 de diciembre de 2018

Navidad

Una letrilla muy popular, pegajosa y festiva anuncia la llegada de diciembre,"mes de parranda y animación" (Vid.https://www.musixmatch.com/es/letras/Lucy-Figueroa/24-de-Diciembre), dentro de un ánimo que más recuerda las saturnales y la fiesta del sol naciente que se celebraban en la Roma imperial, que el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

No creo que sea impertinente traer a colación algunas reflexiones sobre el significado espiritual de este acontecimiento, que para nosotros los creyentes representa uno de los momentos verdaderamente cruciales de la historia de la humanidad.

El tercer misterio gozoso del Rosario evoca el nacimiento del Hijo de Dios en un pesebre en Belén. A partir de ahí surgen muchos comentarios, de los cuales me interesa destacar dos: la ternura que en el alma popular suscita la imagen del Divino Niño y la idea de la manifestación amorosa de Dios al encarnarse en tan excelsa criatura.

Lo normal es que un recién nacido traiga alegría a su alrededor. Es un canto a la vida, que en medio de las dificultades que la circundan es bella y merece exaltarse. Ahora que muchos coinciden con el ateo y nihilista Cioran acerca del inconveniente de haber nacido, no sobra coincidir con Sófocles en que "No haber nacido nunca puede considerarse el mayor de los favores". Ya Anaxágoras había señalado que la ventaja de haber nacido sobre el no llegar a la vida estriba en que por esta se logra la contemplación de las cosas eternas, que ofrece, por consiguiente, la suprema bienaventuranza. La idea de este destino final y eterno está en el núcleo de nuestra fe cristiana.

El Niño Jesús es Niño Dios, Dios con nosotros (Mt. 1:23), Dios hecho hombre o, según la fórmula del Credo de Nicea, "Hijo único de Dios, ...engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre..." (Vid. http://ec.aciprensa.com/wiki/Credo_de_Nicea). Los escépticos pueden relacionar esta idea con mitologías antiguas, pero ella está presente en el origen histórico de la Iglesia y hace parte sustancial de su tradición. El Evangelio la menciona en varios pasajes y es tema central de la enseñanza paulina (Thes. 1,10; Rom. 8,32; Cor. 1,19; Act. 9,20). Su génesis no se pierde en la noche de los tiempos, dado que es localizable ya en los orígenes del cristianismo.

En los tiempos que corren prevalece la idea de que la única realidad es aquella de que nos dan cuenta  los sentidos, es decir, la que consideramos natural. Lo sobrenatural, que solo nos es accesible por indicios, por revelación, por razonamiento y, sobre todo, por sus manifestaciones misteriosas, se considera por muchos que está fuera de lugar, "en orsai", según la jerga futbolística de los argentinos. Y su máxima manifestación se nos ofrece en la Encarnación, la Vida, la Pasión, la Muerte, la Resurrección y la Ascensión de Nuestro Señor Jesucrísto.

Es algo que, por supuesto, resulta difícil de creer, pero que no carece de fundamentos fácticos. El libro de Lee Strobel, "El Caso de Cristo", los explora minuciosamente (Vid, https://linoahidden.weebly.com/blog/descargar-el-caso-de-cristo-lee-strobel-pdf; http://www.tesoroscristianos.net/autores/Lee%20Strobel/Lee%20Strobel%20-%20El%20Caso%20del%20Jesus%20Verdadero.pdf).

Lo de Dios que se hace hombre para sufrir las vicisitudes de nuestra condición, excepto las del pecado, hasta el extremo del martirio, ya sonaba a locura en los tiempos de la Iglesia primitiva. San Pablo advierte en su carta a los corintios que la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden, mas es fuerza y sabiduría para los creyentes (Cor. 1,18). Este gran misterio tiene a su vez una grande y profunda explicación: el amor de Dios por sus criaturas y en especial el ser humano  (Vid. https://www.corazones.org/default.htg/dios_es_amor_madre_adela.html;https://www.diocesisoa.org/documentos/ficheros/amodiosmundo_50.pdf).

Lo afirma el Evangelio de San Juan: "¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (jn 3,16).

En su "Introducción al Cristianismo", Joseph Ratzinger, el futuro Benedicto XVI, fundó la creación del mundo y del hombre precisamente en el amor de Dios:"El amor hace cosas así" (Vid. http://www.medioscan.com/pdf/Introduccionalcristianismo.pdf). Y ya como Papa, su primera encíclica la dedicó precisamente al amor de Dios: Deus Charitas Est (http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est.pdf).

Frente a la idea naturalista de un universo carente de sentido, que obedece tan solo a las leyes formuladas por la física cuántica, al aleatorio evolucionismo darwiniano y , en lo que al psiquismo humano concierne, al oscuro subconsciente freudiano, el Cristianismo opone una tesis misteriosa, mas no absurda (traigo a colación aquí un poco conocido escrito de Jean Guitton, "Lo Absurdo y el Misterio"): en el trasfondo de todo anida el Amor de Dios.

La Navidad cristiana es pues, la celebración del amor de Dios, que, según el Evangelio de San Juan, envió a su Hijo para traernos "la verdad y el don amoroso" (Jn. 1;17) que nos dieran a conocer a ese Dios que nadie ha visto jamás, pero se manifestó en el Dios-Hijo único (Jn. 1,18), que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14,1-6).

La festividad navideña exalta la luz de Dios frente a las Tinieblas del mal, nuestra liberación de la servidumbre del pecado, la promesa de la bienaventuranza que nos haga partícipes del mundo sublime que nos anuncia Olivier Messiaen en sus preciosas composiciones musicales, tales como "Los Colores de la Ciudad Celestial" ( Vid. https://www.youtube.com/watch?v=A61Wg4goNY0),  y es tema de las profundas y  místicas meditaciones del padre F. Brune (https://teologiaaquialla.wordpress.com/2016/05/26/francois-brune-para-que-el-hombre-se-convierta-en-dios-tomo-1-8-primera-parte-la-exigencia-infinita-del-amor-dios-y-el-hombre-la-union-imposible-capitulo-ii-la-llam/).

domingo, 9 de diciembre de 2018

Belisario

No es fácil presentar en una brevísima semblanza los rasgos de una personalidad tan compleja y una vida tan llena de contrastes como la del recientemente fallecido Belisario Betancur Cuartas, quien ya está en presencia de Dios y sujeto a su juicio inexorable, mas también a la manifestación sublime de su infinita misericordia.

Tuve poco trato con él, pero el recuerdo que me dejó fue el de una persona deferente y comunicativa que sabía ganar amistades con su estilo campechano, muy propio de su antioqueñidad.

Recuerdo que en la campaña de 1982, cuando logró su anhelo de llegar a la presidencia de Colombia, después de hacer una presentación ante la Junta Nacional de la Andi, al despedirme de él me dijo:"Yo me desectaricé". 

Lo traigo a colación porque a partir de ahí cabe distinguir en su trayectoria política dos momentos cruciales: su participación en la contienda de los partidos históricos en la segunda mitad de la década de 1940 y la primera de la de 1950, cuando, en efecto, era conocido por su radicalismo laureanista, y luego su presencia activa en el origen y desarrollo del Frente Nacional, que trajo consigo la superación del sectarismo partidista que había anegado de sangre el territorio patrio unos años atrás.

Alberto Lleras quiso integrarlo a su gabinete ministerial a raíz de la derrota que sufrió el laureanismo en las elecciones de 1960, pero los dirigentes de esta facción conservadora no lo autorizaron. Fue con Guillermo León Valencia que llegó al ministerio de Trabajo, en donde se puso de manifiesto su transición hacia un conservatismo que era, más que liberalizante, socializante. Si Laureano Gómez  denostaba a los liberalizantes de su partido, ¿qué pensaría acerca de sus seguidores que a la sazón mostraban, como Belisario, inclinaciones socialistas?

El conservatismo de la época solía inspirarse en la Doctrina Social de la Iglesia, que planteaba unas soluciones intermedias entre el capitalismo y el socialismo. Se trataba de contraponer a Marx y Jesús, lo que dio lugar al desafiante libro que a fines de la década de 1960 publicó Revel bajo el título "Ni Marx ni Jesús", para defender sus recién adquiridas convicciones liberales. Belisario, como muchos otros católicos que se deslizaron hacia la izquierda, parecía conjugar los dos extremos: "Con Marx y con Jesús". Alguien que lo acompañó en Londres contaba que le tocó llevarlo al cementerio donde reposan los restos de aquel, visita que justificó diciendo que quería conocer la tumba del hombre más importante que había producido la humanidad, después de Jesucristo. 

Parece haber bebido, entonces, de lo que Guillermo León Valencia calificaba ingeniosamente como un "cóctel de vodka y agua bendita". Es probable que su nacional-catolicismo laureanista de la década de 1940 hubiese evolucionado hacia un catolicismo tibio y quizás de no mucha ortodoxia, no obstante lo cual el Vaticano lo honró con destacadas distinciones.

Muchos que entonces creíamos ingenuamente en la consigna de Otto Morales Benítez, que proclamaba que el liberalismo era el destino de la patria, pensamos que a la presidencia había llegado el Belisario de 30 años atrás, y experimentamos temor por la suerte de nuestro partido, que a la postre terminó destrozado bajo el peso de su propia iniquidad.

Belisario, en efecto, aspiraba a liquidarlo con su Movimiento Nacional, que algunos identificaban con  los independientes de que se valió Núñez para destruir a los radicales un siglo antes. Pero los hados no le fueron propicios y es lo cierto que avaló su promesa de superar el viejo sectarismo que había suscitado sospechas sobre sus propósitos. Su gobierno fue respetuoso de la oposición liberal y contribuyó a que nuestros copartidarios de aquel entonces abandonaran el temor que abrigaban por la llegada de los conservadores al poder.

Como lo señala Eduardo Mackenzie en su importantísimo libro sobre las Farc, la política exterior de Belisario dio un acusado giro hacia la izquierda tercermundista. Y es interesante observar que ese antiguo admirador de Franco terminara aliándose con Felipe González, el gobernante socialista de España en la década de 1980. Como decía López Michelsen: "Vivir para ver".

Definitivamente, Belisario había dejado de ser conservador.  Ya solo lo era de nombre.

El accidentado final de su gobierno lo llevó a apartarse de la política. Cuando lo visité en Chile, a raíz de un viaje que hizo, me dijo de entrada, muy amablemente: "Hablemos de cualquier cosa, menos de política, que ya no me interesa". Como lo atestiguaron otros que tuvieron más cercanía con él, consideraba definitivamente cerrado ese capítulo de su existencia. Es probable que el horroroso y demencial Holocausto que perpetraron los psicópatas del M-19, con quienes había puesto en juego todo su prestigio en procura de un acuerdo de paz, hubiese dejado en el "hondón de su alma",  que hoy menciona Juan José Hoyos en un precioso escrito, una inmensa e insuperable decepción.

Que Dios lo tenga en su gloria y le conceda el descanso eterno.



jueves, 6 de diciembre de 2018

Ni paz os dejo ni paz os doy

Un irónico trinador definió con estas palabras el torpe legado de Juan Manuel Santos, quien obtuvo un inmerecido Premio Nobel de Paz, pero dejó a Colombia sumida en conflictos prácticamente insolubles.

En reportaje que publicó El Colombiano el domingo pasado, el Defensor del Pueblo, Carlos Negret Mosquera, puso el dedo en la llaga al afirmar que el acuerdo con las Farc produjo apenas un alivio transitorio, pues pronto se impusieron otras estructuras, tales como el Eln en su expansión, grupos residuales y disidencias de las Farc, que han recrudecido la violencia tratando de controlar los territorios en los que prevalecen los cultivos de coca y la minería ilegal (Vid. http://www.elcolombiano.com/colombia/paz-y-derechos-humanos/sustitucion-de-cultivos-ilicitos-en-colombia-es-el-corazon-de-la-paz-defensor-del-pueblo-JY9753946).

Ya se ve con entera claridad que entre Santos y las Farc no hubo el tal proceso de negociación de que trata un documental que se está exhibiendo en las salas de cine. Se trató más bien de un proceso de capitulación en el que se colmó de garantías a una de las organizaciones criminales más perversas  habidas y por haber, sin que el Estado adoptara las salvaguardas necesarias para hacer que las Farc cumplieran a cabalidad lo estipulado y se lograse de veras la paz que se anhelaba.

Como resultado de las claudicaciones de Santos, los cultivos de coca se multiplicaron por cinco o más, haciendo de Colombia el primer productor de cocaína en el mundo. Es un fenómeno que de hecho es irreversible si se cumple lo ingenuamente estipulado en el NAF. Los propagandistas del acuerdo decían que las Farc colaborarían con la solución del problema, pero este ya no se encuentra bajo su control, pues, como lo dice el Defensor del Pueblo, otros son los actores que han entrado a dominar los territorios cocaleros.

El NAF omite toda referencia a otro problema crucial, el de la minería ilegal, en el que las Farc también han jugado rol protagónico. El Defensor del Pueblo destaca su gravedad, insistiendo en que la lucha violenta por el control territorial por parte de los diferentes grupos criminales también toca con esta destructiva empresa.

Algunos analistas temen que en el país se estén consolidando dos grandes y temibles áreas geográficas: una, en el norte, que iría desde la costa del Pacífico hasta el Catatumbo, en la frontera con Venezuela, controlada principalmente por el Cartel del Golfo; la otra, en el sur, que cubriría los departamentos de Nariño, Cauca, Putumayo, Caquetá, Guaviare, Guainía, Vaupés y Amazonas, sometida a lo que por un subterfugio viene denominándose disidencias de las Farc, pero que en el fondo pueden ser estas mismas.

El Defensor del Pueblo menciona los asesinatos de líderes sociales, el reclutamiento de niños, el confinamiento y desplazamiento de comunidades, la guerra entre los grupos ilegales y la falta de presencia del Estado en vastos sectores del territorio nacional.

Un viejo conocido al que hacía tiempos que no veía me contó antier que él vive de una finca en Urabá y, como todo propietario de tierras en la región, tiene que pagarle al Cartel del Golfo una cuota mensual de $10.000 por hectárea, que es más de lo que le liquidan por concepto de impuesto predial. Es una suma no deducible del impuesto de renta, sobre la que quienes la recaudan no liquidan dicho gravamen ni IVA . Si es cierto lo que me dice, ¿cuánto se gana el Cartel del Golfo por este concepto en toda la región?

Colombia parece estar  recayendo en el hoyo negro de los Estados fallidos, en los que el orden jurídico y la autoridad legítima llamada a preservarlo son cada vez más ilusorios.

A mis alumnos suelo recordarles un concepto de Álvaro Gómez Hurtado acerca de que nuestra sociedad, en lugar de depender de un tejido de solidaridades, amenaza apoyarse en una red de complicidades. No de otro modo se explica el protagonismo de un personaje tóxico como lo es Gustavo Petro, para no ir más lejos. 

Si alguien que se jacta de ser un faro moral se atreve a exhibir desnudo su trasero en el recinto del Senado y no le pasa nada, como tampoco a un expresidente que sale para el exterior violando sin tapujos la disposición constitucional que lo obligaba a obtener permiso del mismo Senado y haciendo de contera uso indebido del pasaporte diplomático, que por lo mismo la Cancillería habría debido ordenar su cancelación, todo ello significa que obra entre nosotros un proceso disolvente del que solo cabe esperar que nos conduzca hacia el caos.

No nos digamos mentiras: bajo el régimen actual, Colombia es un país ingobernable en el que las instituciones cada vez pierden más respetabilidad y eficacia.



domingo, 25 de noviembre de 2018

La Subversión en Marcha

Es posible que el celo anime la vehemencia de los comentarios de Fernando Londoño Hoyos sobre la marcha del actual del actual gobierno. Pero, más allá de la forma, sobre la que caben distintas consideraciones, hay que admitir el fondo de verdad que en los mismos anida: hay en marcha un movimiento subversivo que pretende derrocar al presidente Duque.

La cabeza visible de ese movimiento es Gustavo Petro, quien desde que perdió las elecciones anunció que estimularía la resistencia popular contra el que lo derrotó en franca lid.

Petro no ha dejado de ser comunista ni ha superado su talante guerrillero. Es un personaje nefasto que no reconoce ni Dios ni Ley. La subversión es su estado de ánimo. Nadie como él ilustra sobre lo que podemos denominar la democracia tumultuaria, aquella que en lugar de fundarse en la opinión bien informada y mejor concebida a través del esfuerzo racional de la ciudadanía, excita las bajas pasiones del populacho y promueve su ímpetu destructivo. 

Es fácil advertir la expresión demoníaca de su rostro cuando anima a la turbamulta. Demoníaco es además el apoyo que le presta al colectivo LGTBI, en contra de la familia y de una sexualidad responsable. Lo suyo es la demolición de la moralidad, en aras de los postulados del marxismo cultural y específicamente de la revolución sexual que pretende instaurar el libertinaje. De ese modo, elimina los frenos morales que protegen el orden de las comunidades y garantizan el ejercicio sosegado de los derechos. (Vid. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12162143; https://www.youtube.com/watch?v=trSwV92knFo; https://www.youtube.com/watch?v=xnteoHx8hdw; https://www.youtube.com/watch?v=CzHYNHJD1i4).

¿A qué fue Petro a Cuba hace poco? Sin duda alguna, a recibir instrucciones y recabar el apoyo de la dictadura comunista que en ese país impera. Y si en estos días anda de pelea con la dictadura venezolana, es para desorientar al público colombiano, del mismo modo que lo hicieron Santos y Chávez con ocasión del debate presidencial de 2010.

No hay que olvidar que el Plan Estratégico de las Farc para la Toma del Poder en Colombia contemplaba una fase final, la de la insurrección popular. Las circunstancias han obligado a modificar el modus operandi del proceso revolucionario que se tenía previsto, pero el mismo sigue vigente, apoyado en la armazón jurídico-politica del NAF, que estimula la movilización y la protesta populares, dejando en la práctica inermes a las autoridades para controlar sus desmanes, y en el tamaño de la votación que obtuvo Petro en las pasadas elecciones, que hace pensar a los extremistas que las condiciones están dadas para desquiciar el gobierno del presidente Duque.

Es indiscutible que la gobernabilidad de este es muy precaria, dado que no cuenta con un sólido respaldo de parte de la opinión pública y carece de medios eficaces para  imponer el respeto al poder legítimo con que fue investido por el pueblo colombiano. 

Para comenzar, tal como lo anuncié desde un principio, el régimen constitucional vigente desarticuló de tal modo la estructura de la autoridad que no es exagerado afirmar que contiene elementos capaces de hacer ingobernable a Colombia. De hecho, es un criadero de monstruos institucionales que se devoran o estorban unos a otros, en lugar de aplicarse a la colaboración armónica para hacer efectivos los fines del Estado.

Como la Constitución se concibió en contra del Congreso y el régimen presidencial, su desarrollo ha redundado en pro de la dictadura judicial, encabezada por la Corte Constitucional, que guarda en su bolsillo las llaves de la adecuación de nuestra normatividad a las necesidades cambiantes y apremiantes de la sociedad, con su arbitraria tesis de que ella es garante de unos "principios basilares" de la Constitución que inventa y acomoda a su amaño.

La Corte Constitucional hizo inoperante el Estado de Conmoción Interior, que los gobiernos ya no decretan porque ipso facto convierte a aquella en protagonista principal de la función de conservar el orden público y restablecerlo donde fuere turbado. Si la Corte queda bajo el control de una mayoría proclive a la subversión, como ocurrió hace algún tiempo y quizás suceda hoy, la autoridad ya no podrá aplicarse a su cometido básico, que es garantizar el cabal funcionamiento de las instituciones y la protección de la seguridad de las comunidades.

En Colombia ha dejado de regir el Estado de Derecho. Ni el Presidente ni el Congreso saben a ciencia cierta cuáles son sus poderes, porque la dictadura judicial los amplía o restringe como le da la gana, a sabiendas de que sus disposiciones están libres de todo control. Y si el Congreso se atreve a reformar la Constitución para imponerle responsabilidades, con toda desfachatez invoca la separación de poderes para impedírselo, tal como sucedió con el Acto Legislativo No. 2 se 2015. (Vid. http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2016/C-053-16.htm).

Quien lea cuidadosamente el NAF podrá percatarse de que ese esperpento supraconstitucional convierte a la fuerza pública en pobre espectadora de las manifestaciones de la democracia tumultuaria que se apoya en la movilización y la protesta populares. Ahí se dice que debe abstenerse de actuar incluso frente a los disturbios. Y si decide hacerlo para proteger el espacio público, la seguridad ciudadana, la propiedad privada y los demás bienes jurídicos amparados por el Código Nacional de Policía y Convivencia o el Código Penal, ahí estará esperándola la dictadura judicial que decide ad libitum sobre la proporcionalidad del ejercicio de la fuerza y se halla presta a ensañarse contra los agentes del orden que intenten cumplir con su deber.

La consigna en Colombia es desmantelar la autoridad en favor del libertinaje de la muchedumbre. Los promotores del desorden son conscientes de ello. Y obran en consecuencia. Lanzan primero a los estudiantes a las calles. Continúan con los trabajadores y con sectores sensibles de la sociedad, como los transportadores o los maestros. Seguirán con los campesinos y así sucesivamente, con la consigna de hacer invivible la república, hasta que los responsables de las fuerzas armadas tengan que decirle al Presidente: somos incapaces de asegurar el orden constitucional.

¿Qué hará él en ese momento?



martes, 20 de noviembre de 2018

¿A quién queréis: a Duque o a Petro?

Las últimas encuestas muestran que en la opinión pública ha cundido el desánimo en torno de la gestión del presidente Duque.

Es un hecho innegable que obedece a distintas causas, unas de ellas imputables a él mismo, pero otras ajenas, si se quiere, a su voluntad, pues tocan con la herencia desastrosa que legó su antecesor, con el espíritu subversivo de la oposición petrista y con un ánimo morboso que se advierte en cierta prensa.

Conviene recordar a este propósito las sabias palabras de Rafael Núñez: “La prensa debe ser antorcha y no tea, cordial y no tósigo, debe ser mensajera de verdad y no de error y calumnia, porque la herida que se hace a la honra y al sosiego es con frecuencia la más grande de todas”.

Para nadie es un secreto que los medios más influyentes, sobre todo en radio y televisión, le tienen inquina al presidente Duque, a quien le trasladan la áspera enemiga que han profesado contra el hoy senador Uribe Vélez y lo que él representa.

Hay que partir de la base de que Uribe es Uribe y Duque es Duque, vale decir, que no obstante las relaciones que median entre ambos, de cierto modo Uribe es el pasado, ciertamente inmediato, mientras que Duque apunta hacia el futuro.

La obra de Uribe es histórica y merece el reconocimiento de la ciudadanía, pero ya no estamos en el año 2002, sino en el 2018, lo cual significa que prácticamente hay una nueva generación que experimenta otras aspiraciones y ve las cosas de distinta manera.

Muchos de los nuevos electores apenas habían nacido cuando Uribe libró su patriótica batalla contra la subversión comunista, la que, mal que bien, hoy está en desbandada y completamente desacreditada ante el pueblo. Es una culebra agonizante, así siga revolcándose y tratando de morder. Lo que queda de ella son unas estructuras criminales que tarde o temprano serán sometidas por la acción de la autoridades. 

No obstante, a partir de ahí se han producido unas mutaciones, unos cambios de piel, diríase que unas reencarnaciones de las que Petro y sus compinches han tomado atenta nota. Esa secta no avala hoy abiertamente los programas de las Farc y el Eln, que nos ofrecen los infernales paraísos imperantes en Cuba y Venezuela, sino las consignas de una nueva izquierda que se presenta como adalid de la lucha contra la corrupción, de la promoción de las demandas más acuciantes de los sectores populares y del progresismo que avanza hacia la transformación radical de la sociedad en el sentido que predica el marxismo cultural. Todo ello se resume en la engañosa divisa de la "Colombia Humana" que enarbola el pestilente Petro.

El presidente Duque ha querido adaptarse a los signos de estos tiempos. Para empezar, es hombre joven al que no se puede vincular con el  paramilitarismo, el narcotráfico, la polítiquería o la corrupción. Lo lógico sería que la juventud se identificara con él, si no estuviera contaminada por el deletéreo espíritu de la nueva izquierda. Ha adoptado, además, medidas audaces, como la de darle la mitad del gobierno a la mujer, lo cual ameritaría su aplauso si la causa de su promoción tampoco estuviera  asociada con el feminismo radical de las "Gamarras" y otras de su misma calaña.

Lo que cabe destacar en los primeros 100 días de su gobierno es la prudencia, el ánimo conciliador, su propósito de superar la polarización que envenena el espíritu colectivo. Si no ha barrido al santismo es porque piensa que en Colombia cabemos todos, con nuestros aciertos y nuestros errores. No hay en sus acciones ánimo vindicativo.

Ello no quiere decir que sea de carácter débil. Ha mostrado su fortaleza frente a la presión politiquera por los puestos y los contratos, manteniendo su propósito de cero "mermelada" para comprar apoyos en el Congreso, en los medios o en los gremios. También se ha mostrado firme ante el Eln y sus apoyos en Cuba y Venezuela, a cuyos gobiernos les ha reclamado vigorosamente por la protección que les brindan. No le ha temblado la voz, además, para denunciar el régimen dictatorial que oprime al sufrido pueblo venezolano. 

No ignoro que se han cometido errores ni que hay aspectos discutibles en estos primeros días de gestión presidencial, pero hay que admitir que pocos mandatarios han encontrado circunstancias tan adversas como el actual. Tal vez las actuales sean similares en cierta medida a las que encontró en sus comienzos Misael Pastrana Borrero, quien supo sortearlas con gran habilidad.

Hay que darle tiempo a Duque para que muestre su casta y no atosigarlo con críticas que, todo lo bien intencionadas que parezcan ser, conducen a demeritarlo ante la opinión y a alimentar, así sea sin quererlo, la estrategia del caos que lidera Petro.







sábado, 10 de noviembre de 2018

Legalidad, Equidad, Emprendimiento

En estas tres palabras ha centrado el presidente Duque su programa de gobierno. Ellas apuntan hacia el núcleo de las grandes necesidades de la sociedad colombiana en la hora presente.

Es indiscutible que padecemos hoy una profunda crisis institucional. El Imperio de la Ley está severamente agrietado y de hecho experimentamos la acción de poderes que lo desafían abiertamente o que diciéndose sus guardianes lo desconocen sin reato alguno. 

En rigor, del gobierno popular, representativo, electivo, alternativo, controlado y responsable  que proclamaban nuestras primeras Constituciones, lo que queda es un entretejido de poderes mal ensamblados, unas veces ineficientes y otras desaforados. 

La Corte Constitucional ha destruido la Constitución, que en sus manos es un texto que significa cualquier cosa que a ella le venga en gana. El tiempo le ha dado la razón a Alfonso López Michelsen, quien me dijo hace unos años que "más daño que la Constitución, ha hecho la Corte Constitucional". 

Una concepción demasiado dúctil de la juridicidad, como la que ahora se ha impuesto, trae consigo la arbitrariedad y, de contera, la corrupción del aparato judicial, que ya es espantosa. Y no tenemos Congreso capaz de ponerle freno, pues si intenta emprender a fondo una reforma de la justicia, la omnipotente Corte Constitucional hará trizas sus propósitos, como sucedió con el Acto Legislativo de 2015 sobre Equilibrio de Poderes.

Pedro Medellín  escribió hace poco un inquietante artículo titulado "El Desplome de la Legalidad", en el que muestra a las claras la crisis de autoridad y, por ende, el auge de la anarquía en vastos sectores del territorio.   (Vid. https://www.elpais.com.co/opinion/columnistas/pedro-medellin/el-desplome-de-la-legalidad.html). Es un vacío, una impotencia, que no solo se dan en regiones apartadas, sino en las ciudades mismas. Ya se habla, por ejemplo, de que el Cartel de Sinaloa controla varias comunas de Medellín. Y lo que sucedió en Bogotá hace pocos días con los desmanes de la protesta estudiantil indica que hay en marcha un firme propósito subversivo, sin duda alentado por la campaña de "resistencia" de Petro y sus conmilitones.

¿Qué puede hacer el presidente Duque para restaurar el Imperio de la Ley en Colombia? No es culpa suya que la Constitución vigente haya diluido y debilitado hasta el extremo la autoridad, como tampoco le es imputable la claudicación que entraña el ominoso NAF convenido por Santos y avalado por el Congreso y la Corte Constitucional. Lo cierto es que le toca gobernar amarrado por una camisa de fuerza para la que no hay remedios institucionales adecuados que permitan adecuarla a las necesidades actuales.

El propósito de avanzar hacia una sociedad más justa es del todo plausible. La nuestra es flagrantemente inequitativa desde muchos puntos de vista. Pero una cosa es reconocer nuestras falencias y otra muy distinta el modus operandi para corregirlas. 

La acción social del Estado es un imperativo constitucional cuya legitimidad está por fuera de toda discusión.  Pero los propósitos que deben inspirarla y los procedimientos para articularla son asuntos que se prestan a los más arduos debates políticos. Con qué recursos se cuenta y cómo debe empleárselos, he ahí el meollo. La demagogia hace estragos y tras ella viene la corrupción. Lo que hizo Petro en Bogotá es buena muestra de lo que se logra mediante políticas sociales equivocadas. A Duque le corresponde insistir en la equidad, pero con políticas serias y ajustadas a las realidades socio-económicas.

Bien podría decirse hoy: "Dadme una buena economía y podré daros una buena política social". Y está probado, más allá de toda discusión, que la buena economía depende  ante todo del emprendimiento privado. Que el Estado lo vigile, lo controle y lo encauce, quién puede dudarlo. Pero sin llegar a asfixiarlo, ni a imponerle trabas inútiles. Y, del mismo modo que decimos que hoy la acción de la autoridad está frenada por una insoportable camisa de fuerza, también la libertad y la creatividad del empresariado están constreñidas por un cúmulo insoportable de regulaciones e imposiciones que dificultan el cumplimiento de sus funciones sociales, que no son otras que las de generar riqueza, empleo, suministro de bienes y servicios necesarios para el bienestar de las comunidades, progreso en todos los órdenes. 

Tarea hercúlea la que carga sobre sus hombros el actual gobierno en su propósito de estimular las fuerzas productivas para poner la sociedad colombiana a la altura de las sociedades modernas.

Reitero que al presidente Duque hay que otorgarle un generoso voto de confianza, pues los problemas que le toca manejar son arduos a más no poder y los recursos con que cuenta son sobremanera escasos.




domingo, 4 de noviembre de 2018

Lo que queda del día

El título de esta preciosa cinta de Anthony Hopkins me sirvió para dar respuesta al muy amable homenaje que, junto con Juan Gómez Martínez, Alberto Velásquez Martinez y Raúl E. Tamayo Gaviria, nos ofrendó el viernes pasado ese inigualable amigo que es William Calderón, y a las generosas palabras que nos dirigió para enaltecernos mi querido discípulo Marco A. Velilla Moreno.

Como ya observo de cerca lo que Julián Marías llamaba el horizonte de las ultimidades, tengo claro que el juicio sobre mi vida que más me interesa es el de mi Supremo Hacedor. Agradezco, desde luego, la generosidad con que me tratan quienes me aprecian, pero tengo que decir con franqueza que, si bien sus manifestaciones dan muestra de que, como lo dice sabiamente el Evangelio, "de la abundancia del corazón hablan las palabras", estas exceden de sobra los precarios méritos de que pueden dar cuenta mis ejecutorias.

A esta altura de la vida hay que hacer todos los días examen de conciencia, y el que yo practico en no mucho me favorece. 

Suelo mirar hacia atrás y encuentro que es muy poco aquello de lo que legítimamente podría ufanarme no solo ante Dios, sino ante mis semejantes.

La imagen de mi pasado que suele ofrecerme el escrutinio que del mismo hago suele ser ora la un yermo, bien la de lo que aquí llamamos un charrascal, es decir, un lote enrastrojado, en donde a veces, como en el desierto de Atacama, cada año hay alguna floración.

Esas flores corresponden a los afectos que cultivo o que suscito. Cada noche le doy gracias a Dios por los seres queridos que me rodean. Son regalos maravillosos que Él me da sin merecerlos, pero si no los tuviera, mi vida sería como la que describen por ahí unos tangazos, la de una sombra entre las sombras.

Dice San Juan de la Cruz, siguiendo a San Pablo, que a la tarde se nos juzgará en el amor. Y en el atardecer de mi existencia terrena lo único que en definitiva cuenta es el amor con que he acompañado a los seres con que Dios ha querido rodearla, el consejo oportuno a quien lo ha pedido, el ejemplo edificante que a algunos ha servido sin que yo me diera cuenta, el favor desinteresado a los que lo han necesitado, la limosna brindada con generosidad y simpatía al que  ha tendido la mano para implorarla; pero también hay que anotar en el debe todas las omisiones, y, lo que es peor, la deuda incancelable con las personas con las que he pecado y las que he ofendido, perjudicado, decepcionado o escandalizado. Hoy solo puedo rogar por ellas y pedirle perdón a Dios por los múltiples errores cometidos a lo largo de mi existencia.

Discutiendo con un contertulio ateo que pregunta por qué Dios no se manifiesta, le digo que yo no puedo negar su presencia en mi vida, pues su infinita misericordia me ha librado de caer en los peores abismos que torpemente he bordeado. Como André Frossard, bien puedo exclamar: "Dios existe, yo me lo encontré". O más bien: "Él vino a mi encuentro". (Vid. https://kupdf.net/download/dios-existe-yo-me-lo-encontre-andre-frossard_599ceccbdc0d60637d53a1f9_pdf). Y con Corrado Balducci, igualmente puedo decir que el Diablo existe, pues he experimentado en mi intimidad  su presencia destructiva (Vid. https://www.mscperu.org/espirit/diablo/bajardiablo/balducci,%20corrado%20-%20el%20diablo%20existe.pdf).

Doy fe de lo que escribe Dostoiewsky en torno de su impactante personaje Dimitri Karamazov, que padece la lucha entre Dios y el Diablo que se libra en el interior de cada hombre. Platón la describía en otros términos que en el fondo significan lo mismo, al referirse a los dos corceles que arrastran al alma, uno hacia las alturas y otro hacia los abismos.

Instrumento de la Providencia fue mi finada esposa, que por su amor, sus oraciones, su abnegación, su fidelidad y su generosidad hizo de mí lo que soy. Ella es la que merece los homenajes con que ahora se me agasaja. Todo lo bueno que de mí se diga es obra suya.

Gracias mil, en todo caso, mi querido William por tan cálida muestra de tu afecto, lo mismo que a los amigos que me acompañaron en ocasión que resultó como William la deseaba, es decir, alegre y efusiva.

sábado, 27 de octubre de 2018

Una historia poco edificante

Vuelvo sobre un tema que traté con cierto recato en otra ocasión en este blog y que en realidad no me gusta festinar. Lo hago porque podría tener alguna incidencia en la suerte de Andrés Felipe Arias, a quien se le ha negado la libertad en Estados Unidos porque, según explicó su esposa en "La Hora de la Verdad" en estos días, al juez  que lleva su causa lo motiva una solicitud de extradición que hizo el gobierno colombiano con fundamento en el Tratado entre los dos países cuya ley aprobatoria se declaró inexequible por nuestra Corte Suprema de Justicia el 11 de diciembre de 1986.

Ese día la Corte abandonó la sabia doctrina que a lo largo de años sostuvo en materia de leyes aprobatorias de tratados internacionales, en virtud de la cual se consideraba incompetente para pronunciarse acerca de la constitucionalidad de las mismas por considerar que ellas hacían parte de un acto complejo que en ultimas escapaba al control del derecho interno.

Para entender esta doctrina hay que recordar que el tratado se da a través de varias etapas: la negociación y la firma, que puede realizarse por medio de plenipotenciarios, bien sean embajadores, cancilleres u otros delegados; luego se produce el trámite interno, que depende de la legislación de cada Estado y que para la época consistía en obtener la aprobación de su texto por el Congreso, mediante ley y la sanción de la misma por el Presidente; la etapa final, que es la que lo perfecciona y le da vida jurídica, es el canje de ratificaciones o la comunicación de la adhesión, si es el caso de un tratado colectivo, en la que cada Estado parte declara que ha llenado todos los requisitos de su derecho interno y manifiesta su voluntad de cumplirlo; en nuestro país hay una formalidad adicional, consistente en el decreto que dicta el Presidente para incorporarlo al derecho interno.

La Corte sostenía, con sobra de razones, que un fallo de inexequibilidad de la ley aprobatoria no podía afectar el canje de ratificaciones o la adhesión, que eran y son eventos del resorte de la jurisdicción de los tribunales internacionales, los cuales, dicho sea al margen, han considerado que los Estados no pueden invocar vicios internos para negarse a cumplir lo que han ratificado solemnemente. Recuerdo que este fue el tema que trató nuestro profesor de Derecho Internacional Público, Jaime Sanín Greiffenstein, en sus primeras clases.

Pero en ese día funesto, ella decidió que sí podía ocuparse de la exequibilidad de la ley aprobatoria, invocando para el efecto una muy discutible analogía con los actos separables en la contratación administrativa, que según la legislación de ese momento podían anularse por vía jurisdiccional sin afectar por ello su resultado final.

Acto seguido, glosó la ley aprobatoria dizque por haberla sancionado el ministro delegatario encargado de funciones presidenciales por hallarse el presidente en visita oficial en el extranjero. Si bien el ministro había sido facultado ampliamente para suplir la ausencia del Jefe del Estado, la Corte entró a distinguir abusivamente entre las funciones delegables y las indelegables, habiendo encontrado que en estas últimas se hallaba la de sancionar leyes aprobatorias de tratados.

El Presidente era Julio César Turbay Ayala y su Canciller, Germán Zea Hernández, quien me espetó una severa reprimenda cuando yo era magistrado de la Corte, diciéndome que él había sido el promotor del Acto Legislativo que introdujo la figura del ministro delegatario y en ningún momento el Congreso consideró el arbitrario distingo que después introdujo la Corte para declarar inexequible la Ley aprobatoria del Tratado de Extradición con los Estados Unidos. 

Hube de responderle que yo no era magistrado de la Corte que declaró esa inexequibilidad, y que, en cambio, había promovido infructuosamente la exequibilidad de la sanción con que el presidente Barco buscó revivir esa Ley. 

Como la Corte fundó el vicio de la Ley en que quien la sancionó fue el ministro delegatario, el presidente Barco, cuyo Secretario Jurídico era Jorge Humberto Botero, decidió llenar la formalidad impartiéndole al proyecto la sanción que la Corte había echado de menos. No tardaron en aparecer las demandas de inexequibilidad contra la Ley que llevaba nueva numeración, y a mí me correspondió, como novel magistrado de la Sala Constitucional de la Corte, para la que fui elegido precisamente el 11 de diciembre de 1986, la que presentó un abogado que era públicamente conocido como agente de Pablo Escobar Gaviria. 

No obstante las múltiples y gravísimas amenazas que sufrí, presenté una ponencia favorable a la decisión del presidente Barco, aduciendo que, si bien la Ley había sido declarada inexequible y como tal quedaba por fuera del universo jurídico, como la falla que se le endilgó tocaba apenas con la formalidad última de la sanción presidencial, sobrevivía como proyecto que podía recibir la sanción presidencial. Modestia aparte, esta doctrina quedó plasmada en la Constitución actual, que dispone que cuando la acusación contra la ley sea por vicios de forma, el proyecto puede devolverse al Congreso o al Presidente para que los subsanen. 

Pero la Corte, en esa oportunidad, se dividió por mitades. Una mitad se inclinó por la ponencia del magistrado Fabio Morón Díaz, que había sido aprobada por la Sala Constitucional contra mi voto negativo, y la otra mitad decidió apoyar la ponencia sustitutiva que yo presenté en ejercicio del derecho que me asistía de someter a la consideración de la Sala Plena el proyecto que había rechazado la Sala Constitucional. Después de varios intentos infructuosos para superar el empate, se resolvió someter el asunto a la decisión de un Conjuez, cargo que terminó aceptando el hoy difunto Alfonso Súarez de Castro. Suárez acogió la ponencia de la Sala Constitucional y desechó, por consiguiente, la mía. Pero después de exponer su dictamen, vino a saludarme, felicitándome por el trabajo que yo había hecho y diciéndome que ojalá hubiera en Colombia otras personas tan valerosas como yo. Dicho sea de paso, si él hubiese tenido el mismo valor mío, los dos habríamos sucumbido ante la furia asesina de Pablo Escobar Gaviria y su implacable red sicarial.

Pues bien, como resultado de esas inexequibilidades que en mala hora dispuso la Corte Suprema de Justicia se produjo una situación que yo he motejado como de esquizofrenia jurídica, pues el Tratado sigue vigente en el orden internacional, pero Colombia no lo cumple por considerar que desapareció en el ámbito interno. 

El gobierno de Barco intentó subsanar la situación proponiéndole al gobierno norteamericano que se reviviera un Tratado anterior de los años cuarenta del siglo pasado, pero el segundo insistió en que el Tratado que vinculaba a las dos partes era el que se había negociado y suscrito con el gobierno de Turbay y no otro. 

Para salir de ese limbo jurídico, los gobiernos de Pastrana y Uribe ignoraron el Tratado acudiendo a la fórmula de extradición del Código de Procedimiento Penal. Pero cuando el gobierno norteamericano lo invocó ante el gobierno de Santos para pedir la extradición de Walid Makled, un mafioso que también era reclamado por el gobierno de Venezuela, Santos se negó a enviarlo a Estados Unidos alegando que no podía cumplir el Tratado con este país porque no estaba vigente en el orden interno.

No obstante ello, en un acto de repugnante y aviesa mala fe, decidió más tarde exigir de los Estados Unidos la extradición a Colombia de Andrés Felipe Arias, invocando precisamente el Tratado que se negó a cumplir en el caso de Makled.

Un principio que viene desde el Derecho Romano acerca de la reciprocidad de las causas en los negocios sinalagmáticos enseña que si una de las partes se niega a cumplir lo que le corresponde, la otra puede invocar la excepción de contrato no cumplido y negarse, por consiguiente, a efectuar las prestaciones a su cargo. Así  las cosas, el gobierno norteamericano puede negarse a extraditar a Andrés Felipe Arias en virtud del Tratado de marras mientras el gobierno colombiano se niegue a cumplir lo que le compete.

La solución del caso está en manos del canciller Holmes Trujillo, quien debería retirar la solicitud de extradición de Andrés Felipe Arias, que obra en poder del juez norteamericano, reconociendo que es improcedente porque el gobierno colombiano mal puede pedirle a su contraparte que cumpla un Tratado que él mismo afirma que no lo vincula porque la Ley que lo había aprobado fue declarada inexequible por sentencia de la Corte Suprema de Justicia.



martes, 11 de septiembre de 2018

Serenidad, Valor y Sabiduría

Después del Padrenuestro, probablemente la oración más apreciada es la de la Serenidad, que dice así:

"Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar las que puedo; y sabiduría para reconocer la diferencia".

Está oración es especialmente recomendable para los gobernantes, que al actuar sobre la realidad social se encuentran, en efecto, con unas situaciones que no pueden modificar y otras cuya transformación exige de ellos enorme acopio de valor.

Es el caso del presidente Duque, que al iniciar su mandato tiene que habérselas con un país literalmente hecho trizas debido a los estragos de la gestión de su antecesor.

Como Salomón, debería pedirle a Dios un corazón para juzgar al pueblo y para discernir entre el bien y el mal (Reyes, 3,9).

Difícilmente registra nuestra atareada y trágica historia el caso de un gobernante que deba enfrentar retos tan difíciles. Pero es joven, inteligente y corajudo. Falta ver si también sabe escuchar y rodearse de consejeros que iluminen su juicio sobre lo que le corresponde hacer para salvar a Colombia de gravísimos riesgos que la circundan.

Es posible que el riesgo de caer bajo las garras de las Farc, que se hizo patente con el texto del NAF, esté conjurado por ahora, dado que el pueblo rechaza a esos empecinados criminales. Pero, en cambio, siguen vivas las asechanzas de falsos profetas que se mantienen en estado de alerta para aprovecharse de sus dificultades, sus yerros y sus fracasos. 

Por ahí andan Claudia López enarbolando la bandera de la lucha contra la corrupción, Gustavo Petro diciendo que él es el personero de los humildes, Sergio Fajardo presentándose como el que es capaz de unir a los colombianos, y otros más a los que parece interesarles que Colombia se hunda, para después anunciarse como sus salvadores.

Alfonso López Pumarejo, que era un buen conocedor de nuestra mentalidad, decía que ganar la presidencia en Colombia semejaba un juego de vara de premio: la gente aplaude y vitorea al que la corona, pero luego se sienta a ver cómo hace para tenerse allá arriba.

Se ha cumplido un mes del ascenso de Duque a la magistratura suprema, y ya son muchos los que, en lugar de ofrecerle su concurso para que salga avante en sus propósitos, están a la expectativa de sus frustraciones,ignorando que la suerte de la patria está inexorablemente ligada al buen suceso de este gobierno.

En la admirable charla que nos brindó el lunes pasado Rafael Nieto Loaiza en la Tertulia Conservadora de Antioquia, fue enfático en afirmar que necesitamos que el presidente Duque haga  una excelente gestión, pues, de lo contrario, podríamos caer en el cenagal de una izquierda populista que terminaría sumiéndonos en situaciones tan indeseables como las que han soportado otros países de la región sobre los que el Foro de San Pablo ha ejercido su funesta influencia.

Hay que darle un voto de confianza a Duque, pero es necesario que él escuche el justo clamor de sectores que se sienten desatendidos por sus primeras decisiones de gobierno. Hay rumbos que sería conveniente enderezar desde ya en aras de la gobernabilidad que tan esquiva se le presenta.

La historia muestra ejemplos de gobernantes que comenzaron en medio de las circunstancia más adversas, tales como Luis XIV en Francia y Pedro el Grande en Rusia, que tuvieron que enfrentar la rebelión de los señores y terminaron doblegándolos. Pero les tocó vivir en otras épocas. La actual, en cambio, les ofrece a los primeros mandatarios, como dijo Gabriel Turbay en memorable ocasión, apenas una "alambrada de garantías hostiles".

Sin congreso ni altas cortes a favor, poco dispuestos a la colaboración armónica que ordena la Constitución; ni prensa amigable; ni altos niveles de apoyo en la opinión pública; ni recursos financieros  para atender necesidades apremiantes; ni fuerza pública confiable, etc., bien parece que Duque, como el personaje de ese tangazo de Lito Bayardo que titula "Cuatro Lágrimas", podría recitar:

"Cuando tuve que enfrentarme mano a mano con la vida
Cuando me encontré en la senda de mi incierto porvenir,
Comprendí que estaba solo para iniciar la partida
Sin más chance que mis ansias de triunfar o sucumbir.
Y después, cuando mis padres me besaron en la frente
Y lloraron por el hijo a quien nunca vieron más,
Me alejé por esos mundos a luchar serenamente
Y aguantando mil reveses, al final pude llegar..."
(Vid. https://www.youtube.com/watch?v=Jpk-_G02kgE)

Eso le toca hoy a Duque: luchar serenamente, aguantar mil reveses, cultivar sus ansias de triunfar. 

Bajo la guía de Dios y protegido por su gracia, ello será posible.



sábado, 1 de septiembre de 2018

Hipócrita, sencillamente hipócrita

En una lúcida intervención ante la Tertulia Conservadora de Antioquia el pasado lunes, la senadora Paloma Valencia mencionó al eminente filósofo Karl Popper para recordar que es necesario distinguir entre la moralización de la política y la politización de la moral.

El tema de las relaciones entre moral y política está en el centro de la tradición aristotélico-tomista. Para el Estagirita, la política solo podía entenderse racionalmente a partir de un concepto moral, el de bien común, que el pensamiento cristiano y específicamente católico se ha esmerado a lo largo de los siglos en preservar y profundizar.

Pero al mismo tiempo, también a lo largo de los siglos, se ha desarrollado una fuerte tradición que trata de disociar estas dos esferas, afirmando bien sea que la política es cosa ajena a la moral, ya que los cánones que la rigen no son los mismos que pesan sobre el hombre corriente. Es una tradición naturalista, materialista, escéptica o como se la quiera clasificar, en cuya línea suele ubicarse a Maquiavelo, junto con muchos otros más, y que a no dudarlo parte de los sofistas.

En algún texto de Raymond Aron leí hace tiempos que el origen de esa gran filosofía que fundaron Sócrates. Platón y Aristóteles se sitúa precisamente en esa gran cuestión: ¿qué es lo que hace racional a la política?

Acá la pregunta por la racionalidad va más allá de la mera explicación del hecho mismo de la política, pues quiere explorar algo más profundo: su justificación. A lo primero se limitan quienes se detienen simplemente en el hecho del poder. Con lo segundo toca la célebre pregunta que hizo el Maestro Echandía a raíz de los sucesos del 9 de abril:"Y el poder, ¿para qué?".

Pues bien, si el leitmotiv de la lucha por el poder y su ejercicio reside en la promoción del bien común, todo aquello que lo desvíe de su objetivo moral no será otra cosa que distorsión, desviación, desorden o lo que los grandes pensadores que dieron origen a la filosofía política consideraron como formas corruptas o degeneradas de la organización colectiva.

No cabe duda de que la corrupción está presente en todas las esferas de la sociedad colombiana. Tal vez no exageren los que la comparan con un cáncer o algotra forma de enfermedad catastrófica. Al fin y al cabo, lo que acabamos de vivir bajo el funesto gobierno de Juan Manuel Santos evidencia la enorme gravedad de ese flagelo. Y es explicable que en el espíritu público obre la idea de ponerle coto e inclusive de erradicarla, o como dijo Julio César Turbay en frase que muchos consideraron desafortunada, "reducirla a sus justas proporciones".

Se cuenta que alguna vez el general De Gaulle oyó que un funcionario que se devanaba los sesos frente un abultado legajo de papeles exclamó con ofuscación:"Ay, quién pudiera acabar con tanta estupidez". De Gaulle le respondió:"¡Oh, señor mío, qué vasto programa!".

Más vasto es el que le están proponiendo y hasta exigiendo ahora al presidente Duque, y quizás tan complejo como el del niño aquel que San Agustín vio que trataba de meter toda el agua del mar en un hoyito que cavaba en la arena.

Acá hay que evocar a Horacio:"¿De qué sirven las vanas leyes cuando las costumbres fallan?". 

Es lo que sucede en Colombia: una crisis de conciencia, de costumbres, de hábitos colectivos, que va desde la corruptela cotidiana y de apariencia inocua, hasta la gran defraudación y la mentira entronizadas en las más altas instancias del poder. Hay corrupción enquistada en la política, la administración, los negocios privados, las formas de vida de la gente.

Me llama la atención que no pocos de los que ahora se presentan como ardientes cruzados de la batalla contra la corrupción sean políticos y periodistas que no gozan propiamente de buena fama, pero aprovechan la indignación colectiva para politizar la moral, haciendo de esta un instrumento para seducir a la ciudadanía en pro de unas a veces non sanctas aspiraciones políticas.

Ellos traen a mi memoria una escena que presencié de niño en uno de esos matinales del teatro Buenos Aires a los que por ese entonces me llevaban. Ahí presentaron el corto de una película mexicana en que Antonio Badú cantaba con ferocidad que todavía me hace temblar:"¡Hipócrita, sencillamente hipócrita...!" (Vid. https://www.youtube.com/watch?v=UhJUvbL9J9o).

Algunos de esos adalidades lo son igualmente de la disolución de las buenas costumbres privadas que traen consigo, so pretexto de la emancipación de la mujer, la libertad y la igualdad de las orientaciones sexuales, la tolerancia, la sociedad "inclusiva", etc., los proyectos abortistas, los que desnaturalizan la familia mediante la asimilación a esta de las uniones homosexuales y la adopción de niños por parejas de tal índole, los que promueven la agenda del colectivo LGTB en las instituciones educativas y pretenden en últimas una transformación radical de la sociedad dizque para edificar un nuevo ser humano liberado no solo de las ataduras de la naturaleza, sino de la Lex Eterna.

Por ejemplo, ¿cómo hace Gustavo Petro para liderar una lista dizque de "decentes", cuando como alcalde petrocinó sin escrúpulos la causa corruptora del Colectivo LGTB? (Vid. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12162143; https://www.youtube.com/watch?v=cFUW_gdLxhs)

Como sobre todo esto hay muchísima tela para cortar, me limito a recomendarles a quienes suelen opinar sobre estos asuntos con el aplomo que da la ignorancia, que se tomen el trabajo de mirar siquiera sea a vuelo de pájaro escritos como "El Rito de la Sodomía", de Randy Engel, que no solo se ocupa de la profunda crisis moral que aflige a la Iglesia, sino de los objetivos finales del Colectivo Homosexual en torno de lo que bien cabe denominar la homosexualización de la sociedad, es decir, la imposición de ese estilo de vida en todos los entornos vitales (http://www.castleofgrace.com/Rosemary/017RiteofSodomy.html; https://ia801602.us.archive.org/0/items/rite-of-sodomy-vol-i/rite-of-sodomy-vol-i.pdf); o "The Politics of Deviance", de Anne Hendershott, que muestra cómo el relativismo moral ha desvanecido los límites entre lo normal y lo anormal en los comportamientos humanos(Vid. https://www.amazon.com/Politics-Deviance-Anne-Hendershott/dp/1594030499); o el de E. Michael Jones, "Libido Dominandi: Sexual Liberation & Social Control", que evidencia que la Revolución Sexual del último medio siglo es un instrumento urdido para controlar al ser humano a través del estímulo de sus pasiones, especialmente las lujuriosas  (https://ia801905.us.archive.org/7/items/LibidoDominandiSexualLiberationPoliticalControlE.MichaelJones2000/Libido%20Dominandi%20-%20Sexual%20Liberation%20%26%20Political%20Control%20-%20E.%20Michael%20Jones%20%282000%29.pdf)).

Esto es algo que trata a fondo Gabriele E. Kuby en "The Global Sexual Revolution", que muestra cómo se está produciendo la destrucción de la libertad en nombre de ella misma y se está descomponiendo la sociedad occidental a partir del desenfreno (Vid. extracto en https://www.editorialdidaskalos.org/media/didaskalos/files/sample-70740.pdf; http://www.parroquiasantamonica.com/vidacristiana/wa_files/IdeologiaGeneroRelativismoEnAccionGabrieleKuby2014.pdf; https://www.actuall.com/entrevista/familia/gabriele-kuby-el-movimiento-lgtbiq-es-un-signo-de-una-sociedad-en-descomposicion/; https://www.amazon.com/Books-Gabriele-Kuby/s?ie=UTF8&page=1&rh=n%3A283155%2Cp_27%3AGabriele%20Kuby).

Todo esto se encuentra resumido en The New Order of Barbarians, transcripción de unas conferencias de hace cerca de medio siglo en las que se anunciaba a médicos en formación el proyecto de cambiar el orden social de los países con miras a ejercer un estricto control sobre la población humana  (https://100777.com/nwo/barbarians; https://www.amazon.es/New-Order-Barbarians-World-System/dp/1484809971; https://docs.google.com/document/d/1vAhIxrt-QCa37Jv-KxGuCCjV9tQIIaL_u1mNWERZtl4/edit)

La redefinición de la familia que tan irresponsable y arbitrariamente impuso nuestra Corte Constitucional se inscribe dentro de una línea trazada de antemano: la destrucción de los cimientos de nuestra civilización, tema sobre el cual no sobra acercarse a una obra de ineludible referencia: "Family and Civilization", de Carle C. Zimmerman (https://www.amazon.com/Family-Civilization-Carle-C-Zimmerman/dp/1933859377)

Vuelvo sobre la pregunta de Horacio: ¿de qué sirven los proyectos normativos que hay sobre el tapete, si la consigna colectiva hoy imperante es el estímulo de la disolución de las costumbres y el desenfreno sexual en nombre de la libertad y la igualdad? 


martes, 28 de agosto de 2018

Sin Palabras

En estos días han ocurrido en Colombia hechos que nos dejan estupefactos.

Varios de ellos tienen que ver con la cúpula del Poder Judicial: la persecución desatada en la Sala penal de la Corte Suprema de Justicia contra el hoy senador Uribe Vélez, el inicuo fallo de la Corte Constitucional sobre la JEP, la absurda sentencia del Consejo de Estado en torno de la acción terrorista de las Farc contra el Club El Nogal. Otro caso es el de los indicios de un fraude descomunal que elevó los guarismos en la consulta anti-corrupción. Uno más, el descenso en la popularidad del presidente Duque, sin haber cumplido el primer mes de su período. ¿Para qué seguir?

La crisis de nuestro sistema judicial viene de vieja data. Hace algunos años dí una conferencia en la SAI en la que señalé tres graves defectos: la ideologización, la politización y la posible corrupción incluso en las más altas esferas del mismo.

Hoy se piensa que una de las más serias y urgentes prioridades en la agenda pública tiene que ser la reforma de la justicia, aunque no haya mucha claridad sobre el contenido y el modus operandi para llevarla a cabo.

Permítaseme adelantar una conclusión pesimista en grado sumo: estamos bajo la coyunda de una verdadera dictadura judicial y no hay instrumentos institucionales aptos para desmontarla.

Mediante al Acto Legislativo No. 2 de 2015 se pretendió reformar a fondo el equilibrio de poderes instaurado en 1991. Unas de esas reformas tocaban con el Consejo Superior de la Judicatura, la administración de la Rama Judicial, el régimen disciplinario de sus integrantes y el juzgamiento de magistrados de las Altas Cortes. Se previó para el efecto la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura, la asignación de sus funciones disciplinarias a una Comisión Nacional de Disciplina Judicial, la creación de un Consejo de Gobierno Judicial y de una Gerencia de la Rama Judicial para la administración de esta, y la de una Comisión de Aforados para investigar y acusar a magistrados de las Altas Cortes y el Fiscal General de la Nación.(Vid. http://wp.presidencia.gov.co/sitios/normativa/actoslegislativos/ACTO%20LEGISLATIVO%2002%20DEL%2001%20JULIO%20DE%202015.pdf; http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2016/C-373-16.htm; https://www.ambitojuridico.com/noticias/general/administracion-publica/informe-claves-para-entender-que-queda-de-la-reforma-de; https://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/9877-la-accidentada-existencia-del-consejo-superior-de-la-judicatura.html)

Pues bien, la Corte Constitucional hizo trizas estas saludables iniciativas bajo argumentos especiosos, dejando apenas in nuce lo relativo a la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, llamada a sustituir la cuestionada Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura y que todavía no se ha podido poner en marcha. Apenas el 6 de agosto último vino a expedirse el Decreto reglamentario 1485 para ternar y elegir a sus integrantes.(Vid. https://periodicopalabrasmayores.com/decreto-reglamentario-para-ternar-y-elegir-a-magistrados-la-comision-nacional-de-disciplina-judicial/).

La llave de las reformas está en poder de la Corte Constitucional, que hace lo que literalmente le da la gana, pues no hay quien la pueda controlar eficazmente. Quienes hoy la integran fueron elegidos al gusto de Santos, para períodos que exceden el de Duque. Esto significa que cualquier intento del actual gobierno para modificar esa brumosa entelequia que se cree que es la Constitución Política de Colombia, deberá contar con el favor de dicha Corte, que como la donna de Rigoletto, "è mobile qual piuma al vento, muta d'accento e di pensiero".(Vid. https://www.letras.com/verdi/41733/)

Teóricamente, el juzgamiento de magistrados de las Altas Cortes es de competencia del Congreso, a partir de  la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes. Pero los congresistas le tienen pavor a la Corte Suprema de Justicia, dado que esta dispone de los medios para contrarrestarlos, en virtud del fuero con que la Constitución dizque pretendió protegerlos y le da pie a aquella para perseguirlos.

No me cabe duda: la Constitución vigente es, como lo he dicho desde el principio, un "Código Funesto", un criadero de monstruos institucionales que dificulta enormemente la gobernabilidad de Colombia.

Por esta y otras consideraciones, sostengo que el presidente Duque se ganó la rifa del tigre. Obtuvo la Presidencia, pero no el poder. Sus posibilidades de "gobernanza", como ahora se dice, son parecidas a las de quien participa en una "carrera de encostalados". Podemos ofrecerle un voto de confianza, un amable compás de espera, mas sin mucha fe en su capacidad para cumplir las sanas promesas que nos animaron a votar por él.

Reitero que no nos es dable esperar maravillas de Duque. Pero lo cierto es que de Petro si podíamos esperar pesadillas. Y su sombra ominosa sigue pesando en nuestro panorama político, como la de esos personajes malignos que pueblan el mundo de las leyendas.

Ojalá pudiésemos decir con eficacia: "Vade retro, Petro".



domingo, 19 de agosto de 2018

Una manzana envenenada

Se atribuye a Salvo Ruiz, el famoso trovador paisa que fue capaz de medir su ingenio frente al célebre "Ñito" (Antonio José Restrepo), aquello de que "Negro conservador es música que no suena; es un parche en una nalga, cuando el dolor es de muela".

Tal parece que lo mismo sucede con la consulta anti-corrupción convocada para el próximo domingo, pues aunque nadie ignora lo corrompido que está el país en todos los órdenes ni la necesidad de actuar severamente para corregir ese deplorable estado de cosas, el proyecto de marras no apunta al fondo del problema, es redundante en algunos de sus aspectos, va contra la Constitución en otros y, en últimas, da la impresión de ser apenas algo así como un saludo a la bandera.

Es lo que en el fondo han dicho ponderados y sabios jurisconsultos como Jaime Castro y José Gregorio Hernández, entre otros.

Pero hay algo más. Como dice el vulgo, es un proyecto que tiene su guardado. Surgió de una iniciativa de oportunismo político, coreada por unos congresistas que en vísperas electorales no tuvieron el valor de mejorarla ni de ponerle coto. La dejaron pasar así como venía para no quedar mal con el electorado. Y su trasfondo no es otro que dar realce a las imágenes de quienes ahora la promueven con más ahínco: Claudia López, Antanas Mockus, Gustavo Petro, los más conspicuos, todos ellos pertenecientes a partidos vinculados al Foro de Sao Paulo que fundaron Fidel Castro y Lula para promover el comunismo en América Latina, o afines al mismo (Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/13886-miembros-colombianos-de-foro-de-sao-paulo).

No deja de ser paradójico que no obstante la secuela de corrupción que dicho conciliábulo ha dejado en Brasil, Argentina o Ecuador, en los que hasta hace poco ejerció el poder, y en Venezuela, donde sigue aferrado dictatorialmente al mismo, sus adláteres colombianos vengan a posar ahora de paladines de la transparencia en el manejo de la cosa pública.

Pero, ¿son creíbles? ¿ Gozan de autoridad moral para convocar a la ciudadanía para que se pronuncie en contra de la corrupción?

En El Expediente aparece la explicación que da el abogado y apreciado amigo Daniel Sanín acerca de la sanción que se impuso a Claudia López por detrimento patrimonial de $ 103.000.000 cuando erea funcionaria de la anterior alcaldía de Peñalosa.(Vid. https://elexpediente.co/14-puntos-explican-proceso-detrimento-patrimonial-103-millones-claudia-lopez/). La condenaron por ello en varias instancias, pero terminó siendo exonerada, no por motivos de fondo, sino porque la Corte Constitucional consideró que se habían presentado fallas en la notificación de las primeras diligencias que se adelantaron en contra suya. Es claro, entonces, que por lo menos debe la explicación de lo que sucedió con esa millonada.

La tesis de Sanín es que Claudia López se libró por el salvavidas que le arrojaron para eludir su responsabilidad ante la Corte Constitucional, después de haber sido condenada en dos instancias y haber perdido dos tutelas, gracias a dos excontralores cercanos al Polo sancionados por corrupción y a tres magistrados amigos que le valieron un espurio argumento: sostuvo que nunca fue notificada.

Antanas Mockus ganó una penosa nombradía, siendo rector de la Universidad Nacional, por haberse bajado los calzones y mostrar desnudo el trasero como gesto de desafío a los estudiantes con quienes estaba enfrentado en un auditorio. Repitió el mismo gesto obsceno el 20 de julio pasado, en la instalación del nuevo congreso, dejando, según una aseadora del recinto, señales de haberse orinado sobre la alfombra.

No obstante ello, la oposición al actual gobierno lo califica como un "Faro Moral". 

Yo no sé si, como lo recordaba Klim hace años en sus amenos escritos, ciertas actuaciones de Mockus son "de veras iluminantes".

Al cierre de la primera vuelta en las elecciones presidenciales de 2010 y actuando de modo similar a un cómico de la legua, protagonizó un burdo espectáculo que hundió sus aspiraciones para la segunda vuelta. Puso a sus seguidores a exclamar en coro "A mí no me pagaron para que viniera acá". Pero, a la postre, terminó siendo pagado por el gobierno de su contendor con unos jugosos contratos, dizque para la promoción de la paz con las Farc. Unos de esos contratos lo inhabilitaban para aspirar a ser elegido senador en el actual período, pero las raposas jurídicas salieron a lanzarle también un oportuno salvavidas: los contratos se celebraron con una corporación creada por Mockus y para su servicio, pero no los firmó él, sino un delegado suyo.(Vid. https://www.semana.com/nacion/articulo/mockus-quedaria-inhabilitado-para-ser-senador/572541). Está en manos del Consejo de Estado la decisión final sobre  el asunto, en un proceso en el que, como decía hace años una cuña publicitaria, quizás llegue tarde el Zarcol.

El "Faro Moral" confesó hace algún tiempo con censurable desenfado que unas décadas atrás falsificaba documentos para las Farc. Era, pues, por lo menos auxiliador de esa temible organización criminal.

Y ahora, sin reato alguno, nos invita dizque a votar contra la corrupción.

El caso de Gustavo Petro es elocuente como el que más. Dice que salió pobre y embargado de la Alcaldía de Bogotá. Lo cierto es que anda más enredado que un bulto de anzuelos por los cargos que se le imputan a raíz de su pésima gestión administrativa, sobre la que algún día el Consejo de Estado dirá la última palabra.(Vid. https://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/10685-petro y https://www.las2orillas.co/quien-defiende-petro/). Sea de todo ello lo que fuere, la Contraloría de Bogotá ha dejado constancia de la apertura de 591 procesos fiscales contra Petro (https://www.publimetro.co/co/bogota/2016/04/07/contraloria-advierte-que-hay-591-procesos-fiscales-contra-administracion-petro.html).

En una palabra, Petro está sub-júdice por graves casos de corrupción, y no tiene empacho alguno para liderar una consulta popular en contra de ese cáncer que nos aflige.

Pero hay cosas peores.

En estos días, Petro le exigió al recién nombrado viceministro del Interior, Juan Manuel Daza, que corrigiera lo que había escrito en Twitter diciéndole asesino y delincuente. Daza, vaya a saberse si presionado desde lo alto, se retractó y le pidió disculpas.

Con todo, ¿era el caso de hacerlo?

No sabemos exactamente qué hizo Petro cuando militó en el M-19. Lo que sí se sabe es que era ahí protagonista de alto coturno y purgó una condena por porte ilegal de armas que le impuso la justicia penal militar. El concejal Orlando Parada demandó la elección de Petro como alcalde de Bogotá precisamente por ese hecho. (Vid. https://www.elespectador.com/noticias/bogota/el-expediente-gustavo-petro-articulo-444996). Mas, ¡oh, sorpresa!, la demanda no prosperó ante el Consejo de Estado porque el expediente donde constaba la condena desapareció como por ensalmo.(Vid. http://elnodo.co/PETROEXPEDIENTE). 

Según Eduardo MacKenzie, Petro no ha sido amnistiado ni indultado por los delitos que pudo haber cometido a raíz de su militancia en el M-19.(Vid. http://www.lalinternaazul.info/2018/06/07/gustavo-petro-no-ha-sido-amnistiado/). Así se colige de la respuesta que dio el ministerio de Justicia el 27 de marzo último a un derecho de petición sobre el caso. Según dicha entidad, Petro aparece en los registros apenas como un desmovilizado del M-19.

Petro dice no haber matado a nadie, aunque otra cosa insinúa Ricardo Puentes Melo.(Vid. http://www.periodicodebate.com/index.php/nacion/politica/item/10479-guatavo-petro-terrorista-travesti-y-alcalde). Concedámosle el beneficio de la duda, pero si integraba el M-19 y no en cualquier puesto, sino en sus cuadros dirigentes, era de alguna manera copartícipe en los términos penales de los múltiples y graves delitos que cometía esa organización criminal, tal como se lo recodó en un debate memorable el entonces candidato y hoy presidente Duque.

Entonces, así Daza diga hoy que no le consta que Petro haya sido asesino y delincuente, no hay otro remedio que recordarle que "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".

La ciudadanía tiene tres opciones respecto de la consulta que promueven estos dudosos personajes: abstenerse, votar sí o no, total o parcialmente. Si consigue los más de doce millones de votos que se necesitan para considerarla aprobada o negada, aquellos sacarán pecho alegando que lograron una imponente movilización ciudadana.

¿Será el caso, como se dice coloquialmente, de "darles tiro"?

Hay el derecho de darles la espalda, de ignorarlos, de hacerles ver que la ciudadanía no cae en sus torpes seducciones.

Con todo respeto, hay que pedirle al Presidente de la República que debe observar estricta neutralidad en este asunto, pues los ciudadanos tenemos derecho, repito, a abstenernos, a votar sí o a votar no, sin que medien presiones oficiales en algún sentido.

Personalmente, yo me abstendré.