domingo, 24 de julio de 2016

Plebiscito: ¿Voto en contra o abstención?

El Centro Democrático anunció para el 31 de este mes su decisión en torno del plebiscito que proyecta convocar Santos para refrendar el Acuerdo Final con las Farc cuya firma se espera que se produzca en pocas semanas.

Pienso que, por consideraciones de principio, la decisión debe orientarse por el NO.

En efecto, el artículo 95 de la Constitución Política establece en su numeral 5 que es deber de los colombianos "Participar en la vida política, cívica y comunitaria del país".

Mal le quedaría, por consiguiente, a un partido que funda su ideario y sus actuaciones en la defensa de la institucionalidad proponerle a la ciudadanía que se abstenga de participar en un evento de tamaña significación como la refrendación o el rechazo populares a lo que se acuerde con las Farc para ponerles punto final a los diálogos de La Habana.

De convocarse el plebiscito, la pregunta obvia que tendría que formularse es si se está de acuerdo o no con lo que se convenga con las Farc según los documentos que el gobierno estará en la obligación de dar a conocer en su integridad y con antelación no inferior a un mes.

Aunque, desde luego, no sabemos todavía el contenido del Acuerdo Final, lo que se conoce ofrece muchos motivos para el NO. Lo estipulado sobre justicia, protección de los integrantes de las Farc, ordenación del sector rural y financiacion del postconflicto exhibe de suyo muchos motivos de rechazo. Y cuando se conozcan en su integridad los convenios sobre régimen electoral y otros temas que todavía no se han definido, seguramente aparecerán nuevos argumentos para oponerse a la aprobación del Acuerdo.

No solo se trata de estipulaciones de manifiesta inconveniencia, sino que podrían dar lugar a nuevos y muy graves conflictos, de suerte que en vez de conseguir la anhelada paz, Colombia podría verse enfrentada al riesgo de una verdadera guerra civil.

La abstención es un recurso extremo al que solo sería dable acudir en caso de que de hecho desapareciese toda garantía razonable para adelantar la campaña por el NO. 

Es verdad que la lección que dejó el último debate presidencial alimenta el escepticismo, pues definitivamente Santos no reconoce talanqueras jurídicas ni morales para presidir un certamen ajustado a reglas de juego confiables. 

Pero la Corte Constitucional en su fallo sobre la ley estatutaria dispuso, al parecer, una serie de condicionamientos destinados a garantizar la igualdad de las campañas en favor y en contra de la propuesta gubernamental, según puede leerse en el siguiente comunicado: http://www.corteconstitucional.gov.co/comunicados/No.%2030%20comunicado%2018%20de%20julio%20de%202016.pdf

Si Santos continúa abusando, la primera alternativa es denunciarlo y para ello están la Procuraduría, el Consejo Nacional Electoral y las autoridades judiciales, fuera del recurso ante la opinión pública y, si fuere del caso, ante organismos internacionales.

Además de los argumentos jurídicos y morales que justifican que se vote en el plebiscito, hay otros más de oportunidad política que son de bastante peso, como el que surge de la mala experiencia que tuvo la oposición venezolana cuando dejó solo a Chávez en unas elecciones para que luego hiciera lo que le viniese en gana  y terminara de sojuzgarla.

No creo que ahora se repitan las circunstancias de 1949, cuando el Partido Liberal se vio forzado a abstenerse de participar en las elecciones presidenciales por la situación de violencia generalizada que reinaba en el país y llevó al entonces Registrador Nacional el Estado Civil, Eduardo Caballero Calderón, a retirarse de su cargo para no cohonestar, según dijo en esa oportunidad, "una sangrienta farsa".

El gobierno tiene que comprometerse a que en los lugares de influencia de las Farc estas se abstengan de ejercer presión sobre sus habitantes para forzar el voto favorable, suspendiendo si fuere del caso el certamen en dichos sitios o pidiendo la intervención de la ONU.

En todo caso, opino que carecería de toda presentación optar por abstenerse con el torcido propósito de sabotear el plebiscito esperando que la votación no alcance el umbral fijado por la ley estatutaria. Si Santos decide jugar sucio, allá él. Pero el Centro Democrático tiene que esforzarse en dar ejemplo de decencia política.





martes, 19 de julio de 2016

Memoria histórica de las Farc

Hay dos libros indispensables para entender lo que representan las Farc y el gravísimo peligro que corre hoy Colombia de caer bajo sus garras: "Las Farc o el fracaso de un terrorismo", de Eduardo Mackenzie, y "Memoria histórica de las Farc-Su verdadero origen", de Fernando Vargas Quemba y Elkin Gallego.

La información que suministran sobre la naturaleza de esta organización narcoterrorista de extrema izquierda es tan contundente como inquietante.

De ahí que no se los encuentre en las librerías. Las Farc y sus adláteres recogen los ejemplares que logran salir al mercado y tanto editoriales como librerías se muestran reticentes a publicarlos y difundirlos, por temor a las represalias de los subversivos.

Algo similar ha sucedido con  el libro de Omar Bula Escobar, "El Plan Maestro", que desvela los entresijos de la conspiración internacional que aspira a capturar a Colombia para integrarla a un eje verdaderamente diabólico destinado a desestabilizar la región.

Son libros de circulación prácticamente cerrada, a los que no se tiene fácil acceso. El de Mackenzie, por fortuna, se encuentra en internet y se lo puede descargar pulsando el siguiente enlace:

http://unoamerica.org/unoTest/upload/apps/LAS%20FARC%20EL%20FRACASO%20DE%20UN%20TERRORISMO%20-%20COMPLETO.pdf

Dicen Vargas Quemba y Gallego en la presentación de su libro:

"Las Farc son un mito historiográfico, una mentira en sus orígenes y fines, y una verdad terrorista. El marxismo, con la propaganda y la academia, ha elevado a los más deplorables criminales en falsos redentores, que por medio del terror llevan a la esclavitud a los hombres".

Hace poco, a raíz de la firma que con bombos y platillos se hizo de unos borradores en La Habana, dizque para formalizar el cese al fuego y lo que muchos despistados aclamaron como el fin de la guerra, repitió el tristemente célebre "Timochenko" en su discurso el mito fundacional de las Farc, presentando a sus creadores como un grupo de humildes campesinos que solo pedían tierra para trabajar, a cuyas legítimas demandas el gobierno de Guillermo León Valencia respondió con una implacable persecución.(Vid. http://www.elheraldo.co/nacional/este-es-el-discurso-completo-de-timochenko-en-la-firma-del-acuerdo-del-fin-del-conflicto).

Tanto Vargas Quemba y Gallego como Mackenzie demuestran que esta es una impostura. La violencia comunista en Colombia es de vieja data. Ya en la guerra de los mil días hubo quienes trataron de impulsarla para transformar a fondo las estructuras económico-sociales del país. Y unas décadas después los comunistas aparecen en todos los grandes conflictos sociales atizando el fuego revolucionario, como aconteció con la huelga de las bananeras en 1928. Su hazaña más destructiva fue el "putsch" del 9 de abril de 1948, en el que, después de asesinar a Gaitán, pretendieron no solo abortar la Conferencia Panamericana, sino derrocar al presidente Ospina Pérez y tomarse el poder por la vía revolucionaria.

Es una historia meticulosamente documentada en estos libros, así como en el que hace años publicó José María Nieto Rojas bajo el título de "La batalla contra el comunismo en Colombia".(Vid. http://www.latinamericanstudies.org/bogotazo/Colombia-Comunismo.pdf).

Como la izquierda goza de mucho favor entre los académicos, a alguno se le ocurrió hace poco afirmar en un periódico local que la oligarquía asesinó a Gaitán para impedir que el populismo llegara al gobierno, sin detenerse a considerar la abrumadora evidencia que apunta hacia los comunistas como responsables de esa atroz fechoría.

Las Farc son herederas de las guerrillas comunistas que se formaron en distintos lugares del país después del 9 de abril para enfrentarse a los gobiernos conservadores y se negaron a disolverse cuando vino el Frente Nacional. Es una historia que relata en detalle el general Valencia Tovar en su libro de memorias.

No solo han servido de brazo armado del Partido Comunista Colombiano, sino de instrumento del Comunismo Internacional dirigido por la Unión Soviética para el proyecto que a lo largo de muchas décadas promovió para desestabilizar a Colombia y tomársela por la vía revolucionaria. Caído el comunismo en Europa oriental, siguieron bajo la dirección de Cuba y participaron en la creación del Socialismo del Siglo XXI.

Sus dirigentes no han abjurado de la ideología marxista-leninista, ni de su talante revolucionario, ni de la lucha de clases, ni de la apología de la violencia, ni de su propósito de instaurar en Colombia un régimen comunista, ni de la combinación de las formas de lucha que les aconseja aprovechar todos los espacios que se les abran para avanzar en su proyecto totalitario y liberticida.

Si desmovilizan unos frentes y entregan unas armas, es por consideraciones estratégicas, pero siempre y cuando obtengan ventajas compensatorias y preserven su capacidad ofensiva para hacerla valer cuando las oportunidades les sean propicias. El control que aspiran a ejercer sobre el sector rural les dará pie para avanzar en la implantación de su modelo agrario, tal como lo deja ver una filmación que circula por las redes sociales. Y es sintomático que el proceso de diálogo coincida con un desmesurado crecimiento de las áreas sembradas de coca y la consiguiente producción de cocaína tanto para el consumo interno como para el mercado mundial.

Cuando el sector rural quede en sus manos, el urbano no tardará en caer bajo su control. 

Y una vez se vote el plebiscito en favor del Acuerdo Final, con los famosos "blindajes" jurídicos a que aspiran, se podrán dar el lujo de incumplir sus compromisos, pues en parte alguna se les ha exigido prenda que garantice que no aprovecharán las ventajas obtenidas para poner en marcha la etapa final de su plan estratégico, es decir, la insurrección popular en las ciudades.

A la gente le da mucha pereza leer documentos intrincados, tales como el acuerdo de justicia o el de garantías de seguridad para los integrantes de las Farc, pero si se quiere depositar un voto responsable por el sí o el no en el plebiscito, habrá que entrar en ellos. Advierto que son espeluznantes y que sobre todo el segundo  prevé la instauración de lo que alguien en estos días se atrevió a señalar como una Gestapo al servicio de las Farc.

El ánimo claudicante que ha exhibido la dirigencia colombiana a lo largo de este proceso los estimulará para dar golpes cada vez más audaces. Han logrado de Santos la oferta de que no extraditará a sus dirigentes, ni se los someterá a penas privativas de la libertad, ni dará lugar a que los persiga la Justicia Penal Internacional, ni se los sancionará por su vinculación con el narcotráfico, pese al compromiso internacional que Colombia ha asumido al respecto en virtud de los Convenios de Viena, dado que ha puesto al Consejo de Seguridad de la ONU al servicio de los intereses de las Farc.

¿Qué los detendrá si Santos se sale con la suya en la votación del plebiscito?







lunes, 18 de julio de 2016

Naipe marcado cuando ya es junado tiene que rajar

Se sabe de la afición de Juan Manuel Santos por el póker. Tiene fama de tahúr y él mismo pondera sus habilidades para jugar a las cartas.

Pero, a decir verdad, no es muy afortunado en lo que al género epistolar concierne.

Así se desprende de la carta que el 10 de julio pasado le envió al expresidente y actual senador Álvaro Uribe Vélez para invitarlo a que se sumara al proceso de paz que se adelanta con las Farc. (Vid. http://www.elheraldo.co/nacional/lea-aqui-transcripcion-de-la-carta-de-juan-manuel-santos-alvaro-uribe-velez-271516).

Como cuesta trabajo creer en la ingenuidad de quien es de sobra conocido como un personaje marrullero, la  melosa redacción de este documento, surgido dizque de lo profundo del corazón de alguien que ha dado muestras de inquietante ausencia de sentimientos delicados, suscitó de entrada desconfianza no solo de parte de su destinatario, sino de la opinión pública, que la tomó como una jugada engañosa de Santos.

Uribe dijo no haberla recibido. Se enteró de ella por la prensa y ni corto ni perezoso le dio respuesta con un rotundo y razonado no. (Vid. http://hsbnoticias.com/noticias/politica/alvaro-uribe-velez-respondio-la-carta-de-juan-manuel-santo-222245).

¿Qué se proponía realmente Santos con esta misiva?

Si hubiese habido un propósito sincero de reconciliación, no la habría hecho pública sin antes conocer la posición de su destinatario. Lo que se estila en estos casos es una aproximación previa, generalmente a través de terceros, con el fin de pulir aristas y pavimentar caminos que efectivamente conduzcan a la reconciliación o, por lo menos, a un modus vivendi que relaje las tensiones. Pero no un llamado de esta índole, que en lugar de invitar al buen entendimiento, más bien puede empeorar las relaciones, como en efecto ha sucedido.

Santos, que debería conocer todos los vericuetos del protocolo como buen cundiboyacense que es, prefirió ignorarlos y acudir a una vía no solo directa, sino definitivamente antiprotocolaria, como fue la de publicar la epístola sin que Uribe la hubiese recibido todavía.

A ojo de buen cubero, a uno se le ocurre pensar que lo que Santos pretendió fue poner a Uribe contra las cuerdas con un "tómelo o déjelo" o más bien, un "trépese al bus antes de que lo pise". Pero Uribe, diestro como es en el manejo de caballares mañosos, esquivó la maniobra dándole, como dijo alguno por ahí, "un golpe en la jeta" y sacándolo de taquito. Le hizo ver que, como reza una voz lunfarda, Santos es un mandria (http://www.todotango.com/comunidad/lunfardo/termino.aspx?p=mandria). Y como dice un tangazo que lleva ese nombre y me ronda noche y día, le bastó su rebenque, o su zurriago, para quitárselo de encima.

Las razones de Uribe para no aceptar el engañoso llamado de Santos son nítidas.

Hay múltiples indicios de que Santos se conchabó con el exfiscal Montealegre para enlodar la campaña presidencial del Centro Democrático, así como al hermano y los hijos de Uribe. Además, Santos mismo no ha ahorrado epítetos injuriosos contra él, tal como hace poco lo recordó Radio Santafé al registrar la noticia de la sentida carta dirigida a quien no mucho antes había tildado de paramilitar.

Pero, ante todo, ¿qué sentido tiene invitarlo a que se sume a un proceso que prácticamente ya está finiquitado o que, por lo menos, en lo que tiene tanto de bueno como de malo es de hecho irreversible?

Santos, como buen cañero, esgrime unas cartas de triunfo que a la hora de la verdad no son tales. Dice, en efecto, que:

"...Las FARC entregan todas, todas sus armas a las Naciones Unidas, abandonan el secuestro y la extorsión, rompen sus vinculos con el narcotráfico y la minería ilegal, cesan los ataques a la fuerza pública y a la población civil. Es la consecuencia del cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo cuyas reglas se pactaron el pasado 23 de junio.

Las FARC, al desmovilizarse y dejar de existir como grupo armado, inician su tránsito hacia la vida civil. Los que quieran continuar su lucha política deberán abrirse camino sin armas en nuestra democracia.
"Los miembros de las FARC deberán someterse al sistema de justicia transicional que se estableció. No habrá amnistía para los responsables de graves crimenes de guerra o delítos de lesa humanidad. Estos serán investigados, juzgados y sancionados por la jurisdicción especial de paz y deberán someterse a una restricción efectiva de su libertad entre 5 y 8 años, siempre y cuando digan toda la verdad sobre lo que sucedió y contribuyan a la reparación de las victimas. De lo contrario, tendrán penas de prisión de hasta 20 años. Es decir, no hay impunidad. Y si llegaran a reincidir, perderán todos los beneficios.
"Los terceros, los que no son ni miembros de las FARC ni agentes del Estado, y que hayan participado de forma "determinante" en la comisión de delitos atroces con ocasión del conflicto también podrán someterse a esta justicia transicional. Los civiles que hayan sido obligados a pagar vacunas o rescates serán considerados víctimas, no victimarios.
"Todas las actuaciones relacionadas con el conflicto de los miembros de nuestras Fuerzas Militares y de Policía, como guardianes de la libertad y la democracia, se presumen legales. Todo lo contrario sucede con las actuaciones de la guerrilla que se presumen -todas- ilegales. Aquellos agentes del Estado que hayan cometido algún delito relacionado con el conflicto podrán acogerse voluntariamente a la justicia especial de paz con los mismos beneficios. Evitaremos de esta forma que se repita la injusticia de ver a exguerrilleros totalmente amnistiados y en libertad, mientras nuestros soldados y policias acaban purgando largas penas en la cárcel..."
Todo ello está por verse. Hay un muy razonable escepticismo acerca de la buena disposición de las Farc para desmovilizar todos sus efectivos; entregar todo su armamento; cesar sus actividades ilegales relacionadas con el narcotráfico, la minería, el secuestro o la extorsión; e incorporarse a la vida política sometiéndose a las reglas de juego que valen para todos los demás actores de la misma. 

Y el escepticismo se acentúa a la vista del acuerdo sobre justicia o el de garantía de seguridad para los integrantes de las Farc, que no solo les ofrecen impunidad para sus múltiples y atroces delitos, sino que se prestan a servir de arietes contra los miembros de las fuerzas armadas e incluso contra civiles a quienes se les montarán procesos por su participación así sea indirecta en el conflicto o porque en adelante se los reputará como "enemigos de la paz".
Lo acordado hasta ahora con las Farc genera muchos motivos de desconfianza acerca de que con ello se logre una paz duradera y estable. Muchos pensamos que más bien se están sembrando semillas de nuevas y peores confrontaciones. Y lo que falta por convenir, como la reforma electoral, acentúa los temores.
El caramelo que Santos le ofrece a Uribe es peor que un purgante. Tiene veneno e hizo muy bien Uribe en rechazarlo.
Además, ¿quién en sus cabales podría creer hoy en buenas intenciones de Santos?
Como dice el tangazo de que me he valido para rotular este escrito, Santos es un naipe marcado ...



viernes, 15 de julio de 2016

La Iglesia y los diálogos con las Farc

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) se pronunció hace poco sobre los diálogos que se adelantan con las Farc en la Habana.(Vid. http://www.cec.org.co/sites/default/files/Comunicado.pdf).

No han faltado los que dicen a voz en cuello que los obispos colombianos adhirieron en bloque y sin cortapisas a lo que el gobierno de Santos ha venido acordando con los delegados de las Farc.

Pero si se lee con atención el documento habrá que considerar los matices del mismo, para concluir que se trata de un apoyo condicionado que deja en libertad a los fieles para formarse su propio criterio sobre este proceso.

Hay que señalar, ante todo, que la paz es un valor que ocupa lugar destacado en la axiología del Evangelio. Uno de sus textos más célebres reza: «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 14,27)

Como lo explica el sitio católico Evangelio del Día, el mensaje de paz que predica Nuestro Señor Jesucristo alude en primer término a la paz espiritual, es decir, la paz interior, la buena paz, la tranquilidad del alma en Dios, que tiene su fuente en el amor y consiste en un gozo inalterable del alma que está en Dios.

Se la llama paz del corazón y es el comienzo y un anticipo del paz de los santos que están en la eternidad.(http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=commentary&localdate=20151022). 

La paz interior corre parejas con la paz con el prójimo, que se da en las relaciones interpersonales. 

La idea de que debemos esmerarnos en vivir en paz con nuestros semejantes corre a lo largo y ancho del Evangelio, a partir del mandato del amor al prójimo y los que del mismo emanan, tales como el de la misericordia, el del perdón, el de la benevolencia, el del servicio y, en general, el de la abnegación ante las debilidades y flaquezas de quienes compartimos la condición humana.

Para muestra, las siguiente palabras de Nuestro Señor:

"Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da; y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc 6, 27-36).

Se sigue de ahí que la Iglesia, fiel al mandato de ir a todo el mundo y proclamar la Buena Nueva a toda la creación (Mc. 16:15), debe mirar siempre con buenos ojos e incluso estimular todo esfuerzo que se haga en favor de la paz en las comunidades. Y así lo ha hecho, sobre todo en los últimos tiempos, en distintos escenarios y latitudes. De ahí sus esfuerzos para buscar buenos entendimientos con las demás confesiones cristianas e incluso con los diferentes credos religiosos, así como sus múltiples intervenciones en procura de la superación de conflictos tanto internos como internacionales.

Es dentro de este contexto que hay que entender los párrafos iniciales del Comunicado de la CEC sobre el proceso de paz con las Farc:

"La Iglesia, que siempre ha trabajado a favor de una salida negociada de la confrontación armada para que se superen todas las formas de violencia existentes en nuestro país, ve con esperanza el diálogo que ha tenido lugar en La Habana. Seguimos las orientaciones del Papa Francisco, cuya visita a Colombia anhelamos: somos conscientes de la importancia crucial del momento presente, en el que con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, los colombianos estamos buscando construir una sociedad en paz. También es nuestro deseo que la larga noche de dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia, fraternidad y amor.
"Al mismo tiempo, somos conscientes de que esta hora de la historia colombiana conlleva serios desafíos, que es necesario asumir con valentía, responsabilidad y compromiso de todos, si queremos que la semilla de la paz encuentre buen terreno y produzca fruto. Por eso, en esta Asamblea hemos puesto nuestra mirada de pastores en la situación actual del país, con el propósito de iluminar y discernir desde la Palabra de Dios, las problemáticas que están a la raíz de la violencia y que nos han dejado profundas y graves heridas. No podemos tener auténtica paz si no trabajamos juntos por erradicarlas."

Pero el Comunicado advierte que la búsqueda de la paz parte de severos condicionamientos morales que el mismo enuncia en relación con el origen de las manifestaciones de violencia que azotan a nuestra sociedad, a saber:

-El alejamiento de Dios.

-La crisis de humanidad.

-La desintegración de la familia.

-La pérdida de valores y el relativismo ético.

-Los vacíos del sistema educativo.

-La ausencia del Estado o su debilidad institucional.

-La inequidad social.

-La corrupción.

La posición del episcopado colombiano al respecto es nítida: si las partes en conflicto no se ocupan en serio de abordar estos factores de deterioro social, será muy difícil, cuando no imposible, el logro de una paz estable y duradera entre nosotros.

La Iglesia no le otorga entonces un aval incondicionado al proceso de La Habana. Aspira a que del mismo resulten hechos positivos de paz, pero es consciente de que si las partes prestan oídos sordos a sus condicionamientos morales el proceso corre el riesgo de culminar en un rotundo fracaso.

No olvidan los obispos colombianos las sapientísimas advertencias que su oportunidad hizo S.S. Juan Pablo II, hoy elevado a los altares, acerca de estas cuatro exigencias precisas del espíritu humano en orden a la edificación de la paz en las comunidades: verdad, justicia, amor y libertad. Véase, por ejemplo, lo que expresó de modo inequívoco sobre el tema en el siguiente documento: http://es.catholic.net/op/articulos/17889/cat/716/para-servir-a-la-paz-respetar-la-libertad-juan-pablo-ii.html

Respetuosos de la libertad y de los fueros de la conciencia, nuestros obispos hacen el siguiente pronunciamiento:

"Convocamos al pueblo colombiano a participar en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine."

En síntesis, nos piden que pensemos en la paz y valoremos los esfuerzos que se hacen para conseguirla, pero entienden que los eventuales Acuerdos de La Habana están abiertos a toda suerte de discusiones que no es posible zanjar de manera autoritaria y pueden suscitarnos a los fieles unos delicados cuestionamientos que constituyen severos desafíos para las conciencias individuales.

Al fin y al cabo, serán estipulaciones convenidas entre partes caracterizadas por el alejamiento de Dios, que es el primer factor de desorden social que destaca la Conferencia Episcopal en su Comunicado.

En efecto, Santos dice creer en Dios, pero de labios para afuera, y las Farc profesan un credo materialista, antirreligioso y ateo. ¿Qué papel podría jugar entonces Dios en lo que se convenga en La Habana? ¿Cómo pedirles a quienes allá dialogan que se ocupen del problema capital del alejamiento de Dios en nuestra sociedad?